PLANIFICACIÓN ALIMENTARIA
Hoy en día el trabajo de las personas, sumadas en algunos casos al horario de quienes van al colegio o la universidad, hacen que una familia tenga horarios dispares para encontrarse en el almuerzo o en la cena.
Esta imagen que refleja la cotidianeidad en muchos hogares son almuerzos y cenas desordenadas y desproporcionadas, tanto de niños, adolescentes y adultos. Es un desorden que se traduce en horarios irregulares y en falta de disposición para al menos cenar todos los miembros de la familia juntos y a la misma hora.
Este desorden sumado a veces a una mala costumbre en hábitos alimentarios, se comienza a ver en los consultorios médicos, cuando las mamás llevan a sus pequeños a controles regulares.
Estos malos hábitos que ya los pequeños están adquiriendo, tiene consecuencias evidentes y se agravarán según pase el tiempo y no se corrijan.
La falta de criterio en la planificación de los horarios de las comidas, y de que estas sean adecuadas y saludables, tanto en el orden de los platos, como en el tipo de alimentos, y la cantidad a consumir, se refleja en la calidad nutritiva de estas comidas tan importantes, que dejan mucho que desear.
El picoteo de fiambres, quesos, salchichas, etc. para cenar, y los platos rápidos pre cocinados como pizzas y croquetas no son una comida excepcional de fin de semana, sino que se están convirtiendo en algo cotidiano en las familias argentinas.
A todo esto, suelen ser los más pequeños los que, con su empeño deciden lo que quieren comer. Aunque hacer este tipo de cenas de forma habitual no es lo más adecuado, ya que no aportan el mejor perfil nutritivo, son los padres los responsables de poner un “NO” a estos caprichos. Aunque muchas veces los pequeños ganan, ya que sus padres cansados por un día agotador de trabajo, problemas y responsabilidades, optan por lo más sencillo, rápido y sin complicaciones.
Los niños y jóvenes, delante de este tipo de comidas apetitosas para su gusto, tienden a comer más cantidad. La desproporción de grasas de estos alimentos no hace más que distorsionar el aporte de energías y nutrientes totales del día, así como la distribución en las distintas tomas, sobrecargando de calorías las cenas.
La cena merece considerarse como una comida tan importante como la del mediodía, a la que hay que prestar tiempo y dedicación para planificarla y compaginarla desde el punto de vista nutritivo, con el resto de ingestas del día.
Sin planificación, el desorden es continuo.
El hábito de omitir la merienda repercute negativamente en la cena porque se tiene mucha más hambre.
Las cenas son contempladas por muchas familias como el único momento de encuentro familiar del día. Esta reunión en entorno a la mesa cobra aún más importancia si los hijos comen en el comedor escolar o los padres comen fuera al medio día por razones laborales. Así se aprovecha el tiempo de la cena para estar en familia.
Sin embargo, la falta de planificación de aquello que se va a comer, unido al poco tiempo disponible para cocinar y a las pocas ganas de preparar una cena saludable; hace que la informalidad y el desorden nos lleven a una alimentación inadecuada y a los problemas de salud que con el tiempo irán apareciendo en nuestras vidas.
Aunque parezca tonto, esto se puede evitar planificando horarios y comidas adecuadas con un nutricionista; donde este indicará la cantidad justa de cada plato para cada miembro de la familia, según su edad y sus necesidades. También se cambiará la forma de elaboración, dirigiendo los platos más sencillos a los más pequeños.
Está en nosotros modificar la conducta alimentaria y realizar una planificación adecuada para nuestra calidad de vida, la de nuestros hijos y la de nuestra familia.
Fuente:
Dr. Mario Groberman
Hoy en día el trabajo de las personas, sumadas en algunos casos al horario de quienes van al colegio o la universidad, hacen que una familia tenga horarios dispares para encontrarse en el almuerzo o en la cena.
Esta imagen que refleja la cotidianeidad en muchos hogares son almuerzos y cenas desordenadas y desproporcionadas, tanto de niños, adolescentes y adultos. Es un desorden que se traduce en horarios irregulares y en falta de disposición para al menos cenar todos los miembros de la familia juntos y a la misma hora.
Este desorden sumado a veces a una mala costumbre en hábitos alimentarios, se comienza a ver en los consultorios médicos, cuando las mamás llevan a sus pequeños a controles regulares.
Estos malos hábitos que ya los pequeños están adquiriendo, tiene consecuencias evidentes y se agravarán según pase el tiempo y no se corrijan.
La falta de criterio en la planificación de los horarios de las comidas, y de que estas sean adecuadas y saludables, tanto en el orden de los platos, como en el tipo de alimentos, y la cantidad a consumir, se refleja en la calidad nutritiva de estas comidas tan importantes, que dejan mucho que desear.
El picoteo de fiambres, quesos, salchichas, etc. para cenar, y los platos rápidos pre cocinados como pizzas y croquetas no son una comida excepcional de fin de semana, sino que se están convirtiendo en algo cotidiano en las familias argentinas.
A todo esto, suelen ser los más pequeños los que, con su empeño deciden lo que quieren comer. Aunque hacer este tipo de cenas de forma habitual no es lo más adecuado, ya que no aportan el mejor perfil nutritivo, son los padres los responsables de poner un “NO” a estos caprichos. Aunque muchas veces los pequeños ganan, ya que sus padres cansados por un día agotador de trabajo, problemas y responsabilidades, optan por lo más sencillo, rápido y sin complicaciones.
Los niños y jóvenes, delante de este tipo de comidas apetitosas para su gusto, tienden a comer más cantidad. La desproporción de grasas de estos alimentos no hace más que distorsionar el aporte de energías y nutrientes totales del día, así como la distribución en las distintas tomas, sobrecargando de calorías las cenas.
La cena merece considerarse como una comida tan importante como la del mediodía, a la que hay que prestar tiempo y dedicación para planificarla y compaginarla desde el punto de vista nutritivo, con el resto de ingestas del día.
Sin planificación, el desorden es continuo.
El hábito de omitir la merienda repercute negativamente en la cena porque se tiene mucha más hambre.
Las cenas son contempladas por muchas familias como el único momento de encuentro familiar del día. Esta reunión en entorno a la mesa cobra aún más importancia si los hijos comen en el comedor escolar o los padres comen fuera al medio día por razones laborales. Así se aprovecha el tiempo de la cena para estar en familia.
Sin embargo, la falta de planificación de aquello que se va a comer, unido al poco tiempo disponible para cocinar y a las pocas ganas de preparar una cena saludable; hace que la informalidad y el desorden nos lleven a una alimentación inadecuada y a los problemas de salud que con el tiempo irán apareciendo en nuestras vidas.
Aunque parezca tonto, esto se puede evitar planificando horarios y comidas adecuadas con un nutricionista; donde este indicará la cantidad justa de cada plato para cada miembro de la familia, según su edad y sus necesidades. También se cambiará la forma de elaboración, dirigiendo los platos más sencillos a los más pequeños.
Está en nosotros modificar la conducta alimentaria y realizar una planificación adecuada para nuestra calidad de vida, la de nuestros hijos y la de nuestra familia.
Fuente:
Dr. Mario Groberman